El fracaso es un maestro ineludible. En la escuela, en
nuestro círculo de amistades, incluso en nuestra familia, se nos cataloga por
nuestro nivel de éxito. Tenemos que mantener ese statu quo, porque construimos
nuestra autoestima alrededor de nuestra capacidad para triunfar. El binomio
éxito-fracaso es el primer elemento que nos separa de los demás. ¿Por qué ese
miedo al fracaso, por qué ese amor al éxito? Lo que nos define no son los
éxitos. No. Somos quienes somos por los fracasos que acumulamos. En todos ellos
hay una enseñanza, algo que afinar. El fracaso es una oportunidad para
descansar en el camino. El fracaso no es una piedra con la que tropezamos. Es
una piedra, sí, pero una piedra en la que sentarse a descansar, a tomar aire, a
recapacitar, a analizar. Fracasar nos hace más conscientes de nuestras
limitaciones. Fracasar nos hace grandes, grandes porque somos pequeños y es
entonces cuando nos damos cuenta.