Parece que los políticos no entienden,
o no quieren entender, que no deben tocar la calle. Nunca. Ya han metido sus
sucias y corruptas manos en todos los escenarios de la vida pública posibles,
pero la calle… la calle es otra cosa. La calle es el lugar donde transcurre la
vida real del pueblo, donde los ciudadanos se reúnen para ser en comunidad. La calle
es un concepto abstracto que va más allá del cemento, de las aceras, los bloques
de edificios y los comercios: la calle es la dimensión pública del hombre
moderno. La calle, pese a la abstracción del término, tiene voz. Y cada vez que
el dinero de la corrupción trata de introducirse en ella, grita. El grito es
siempre el mismo: no toquéis la calle. No nos toquéis la calle.
Gamonal es un barrio de aluvión. Un
barrio en el que se asentaron los emigrantes rurales que se vieron empujados a
vivir en las ciudades por la falta de oportunidades en el campo. Un lugar que
creció sin planificación, donde se dio un tipo de urbanismo intensivo, sin
buenas infraestructuras para la población, algo típico en el planeamiento
urbanístico de los años 50 y 60 en España. Por no construirse, no se construyeron ni
aparcamientos, porque en los años 60 no se pensaba que los obreros pudieran
tener coche algún día. Y así creció Gamonal, al margen de Burgos, aislado, pero
también cohesionado socialmente, consciente de que su bienestar dependía de su
propia comunidad. Quizás el espíritu combativo del pueblo solo puede cultivarse
en los márgenes del progreso. Ese parece, al menos, el caso de Gamonal.
Hace una semana, todo el barrio se
echó a la calle para protestar contra la construcción de un bulevar, cuyo coste
se presupuestó en 8 millones de euros. La construcción estaría a cargo de
Antonio Miguel Méndez Pozo, reconocido y corrupto empresario burgalés que tuvo el
honor de figurar, hace unos años, entre los “50 truhanes y caraduras de España”, en un reportaje
elaborado por el nada progresista y poco amigo de las libertades periódico de
Pedro J. Ramírez, “El Mundo”. Para una ciudad como Burgos, con 18.000
desempleados sobre una población total de 180.000 habitantes, la construcción
de este bulevar no pasaba de ser una pantomima urdida para afianzar el
entramado de relaciones entre el gobierno local y la camarilla de empresarios
corruptos de la ciudad, que opera en Burgos, como en todas las ciudades de
España, bajo el paraguas protector de la clase política y los medios de
comunicación. Por cierto, ¿adivinan quién es el dueño de “El diario de Burgos”,
principal periódico de la ciudad? El mismo Antonio Miguel Méndez Pozo.
La construcción del bulevar había
puesto en pie de guerra al barrio de Gamonal desde que se dio a conocer el
proyecto, hace varios meses. Las protestas no fueron violentas desde el
comienzo. En octubre, los vecinos se organizaron en torno a una plataforma para
llevar sus reivindicaciones al Ayuntamiento y establecer un canal de diálogo
con el alcalde del PP, Francisco Javier Lacalle. Tras las repetidas negativas
del alcalde por llevar la construcción del bulevar a una consulta vecinal, se
sucedieron diversas manifestaciones, siempre pacíficas, que los medios de comunicación,
tanto locales como regionales y nacionales, taparon. Como parece que en España
sólo se hace caso ante la dialéctica de las piedras y los contenedores
quemados, hace una semana estalló la violencia callejera en Gamonal. Las imágenes
de barricadas, jóvenes arrojando piedras y cargas de la policía antidisturbios
tardaron pocas horas en dar la vuelta a España. Todo ello acompañado de una
banda sonora consistente en una cacerolada, que los vecinos del barrio
realizaban, noche tras noche, desde las ventanas de sus casas. Las noticias
circularon desde el primer momento a toda velocidad por las redes sociales. La sociedad
española, saciada de injusticias pero hambrienta aún de fuego y barricadas, ha
encontrado en las protestas de Gamonal un nuevo punto de anclaje para sus
reivindicaciones. Las imágenes que llegan desde Gamonal invitan a la esperanza:
personas de toda edad y condición social unidas en la misma causa, alzando sus
voces al unísono, reuniéndose en asambleas, resistiendo ante la especulación
urbanística y los abusos del poder político y empresarial.
¿De quién es la calle? Gamonal lo ha
dejado bien claro: la calle pertenece al pueblo. Y el pueblo no quiere un bulevar
de 8 millones de euros. El pueblo quiere, más bien necesita, guarderías, una
educación y una sanidad públicas y de calidad, mejores infraestructuras, inversión
en políticas de inclusión social. El pueblo quiere un presente digno y un futuro
esperanzador. Pero, sobre todo, el pueblo quiere que no le toquen la calle. La
calle es real. Es en ella donde se construyen los lazos que mantienen nuestro
contacto con la realidad. Gamonal ha puesto de relieve la importancia de la calle
en nuestro mundo. Gamonal suena a victoria, a unión, a lucha contra la tiranía.
Gamonal suena a amonal, el explosivo. Y si Gamonal no está destinado a ser el
explosivo que destripe la corrupción y la falsedad que gobiernan hoy España,
que sea al menos la mecha que encienda la ira y el anhelo de justicia del
pueblo para que nunca, nunca más, vuelvan a tocarnos la calle.
JAVIER NIX CALDERÓN
estimado JAVIER ,ke acertado es tu articulo,recoges en el,la verdad de lo ke sufre el pueblo,de forma callada y sumisa,pero como tu dices:_GAMONAL,suena a AMONAL,explosivo y letal,espero ke se haya encendido la revolucion de la "GRANJA"....no podemos dejar pasar esta oportunidad....pero el enemigo es malo,pero no tonto,seguro ke controlara esta situacion,para darle la vuelta y asi poder seguir robando al pueblo....besarkada bero bat laztana....un placer leerte
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