lunes, 25 de junio de 2012

AYER


El ayer es la tierra sobre la que siembran versos los poetas. Algunos crecen y se convierten en bosques de árboles sin hojas, por los que se cuelan los rayos del Sol. Otros no germinan, pero hunden sus raíces en el suelo tratando de alcanzar el lugar donde no existe el tiempo. El tiempo avanza imparable y se basta a sí mismo. Al tiempo no le importa el ayer, ni el hoy, ni el mañana. El tiempo es una palabra muy larga, de milenios, y el ayer se postra a sus pies, acomplejado de su brevedad. El presente se yergue orgulloso ante el tiempo, porque tiene vocación de infinito. El futuro mira hacia atrás con la ansiedad deformando sus contornos, con el miedo a fracasar y la ilusión de un mundo nuevo sobre sus espaldas.

El ayer está triste porque vive solo, apartado del presente y del futuro. Nadie quiere mirar hacia él, por temor a que el presente sea una decepción con el color negro de la muerte. El ayer es un anciano sentado en una habitación de paredes desnudas, mirando tras la ventana donde se fragua el mañana. La vejez es el presente que ha vuelto sus ojos al ayer. La vejez es un cielo gris despejado, que aclara la conciencia y nos invita a trascender lo físico.


El ayer es la patria de los nostálgicos. A veces la nostalgia se envalentona y se alza de puntillas, convirtiéndose en melancolía. La melancolía se viste de época y se sube a hombros de los rezagados, de los incapaces de caminar hacia el mañana, de los cansados, de los apartados, de los inadaptados. Algunos quieren volver al ayer, pero si lo hacen descubrirán que entonces otro ayer se dibujará en el horizonte, arrojando una luz aún más brillante. El ayer es un mañana que ha muerto y abona la Historia. El ayer y el hoy son los caminos por los que avanzan vivos y muertos entrelazando sus manos.

El ayer es una lápida, un puente destruido, un desierto, una fotografía en blanco y negro. El ayer es la memoria colectiva, un sueño de la mente que se manifiesta en forma de arrugas, párpados hundidos, cuerpos flácidos, dos iniciales grabadas sobre el tronco de un árbol, una bicicleta oxidada al borde de un camino. El ayer es una ciudad llena de muertos, capaz de refundarse para seguir acogiendo a los vivos.


El ayer es el minuto que acaba de pasar, este mismo segundo que resulta imposible atrapar. El ayer es un grito que resuena con fuerza por toda la Tierra, pero sólo algunos son capaces de escuchar. En ese grito están las voces de todos los que existieron y se resisten a desaparecer. El ayer es la nación sin fronteras de los que ya no están, la única nación real. El ayer es lo concreto, mientras que el presente es lo difuso y el mañana, lo incierto. El ayer es un libro que nos muestra el camino a seguir, la experiencia de los errores y aciertos que otros cometieron antes que nosotros.

Algunos dirán que el ayer no existe. No saben que ellos también se convertirán en ayer, y entonces descubrirán que el tiempo es una variable relativa sobre la que se edifica lo humano. Para el Hombre, el ayer es una palabra que encierra voces que los ejércitos siempre victoriosos de la Muerte jamás acallarán. Para el Hombre, el ayer es la barricada construida por los anhelos de un mañana más digno. El ayer es este texto, escrito en el presente, hablando sobre el pasado, cargado de futuro.


JAVIER NIX CALDERÓN

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